Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







sábado, 6 de agosto de 2016

1968 Y 2016: SIMILITUDES Y DISCREPANCIAS

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Entre el movimiento de hace medio siglo y el actual, existen semejanzas, diferencias y francas discrepancias,
En aquel entonces al igual que ahora la turbulencia tiene un denominador común: el ataque a las instituciones, comenzando por la más distinguida de todas, la educación pública.
Entre los rasgos que los asemejan entre sí figura la tergiversación o el doblo discurso, utilizado como vía para confundir y como forma de atraer incautos.
Hace casi cinco décadas era obvia la incursión del dogma soviético manejado como catapulta sobre las instituciones de enseñanza superior: el IPN y la UNAM.
A la fecha, la ideología es lo de menos. Lo importante es poner de rodillas al régimen  que abandera el PRI, con todo y sus reformas.
En mucho se parece, por otra parte, la presente rebelión a la que encabeza el movimiento islámico en el planeta: a éste lo abanderan proclamas de anarquismo antiimperialista. La religión dogmática es el medio; la destrucción completa de los infieles, el objetivo.
En 1968, se trataba de imponer un estilo de vida al unísono con la igualdad de clases, absoluta, por tanto ilusoria.
En 2016, en nombre de un sindicalismo totalitario se pretende dar carta de ciudadanía a una lucha de todos contra todos, empezando por hacer tabula rasa con los principios de libertad de enseñanza, actualización de los docentes y desdén hacia las más novedosas tecnologías en el ámbito de la modernización pedagógica.
Así como en 1968 la finalidad se orientaba a derruir la organización política vigente, a la fecha el propósito no es sino el de quebrantar la estructura de poder, colocando en bancarrota el programa de reformas que promueve la Presidencia de la República.
Después de medio siglo, aún sigue siendo un enigma el sin sentido de una rebelión anarquizante propiciada con metas sociales fuera de la realidad histórica imperante.
Lo mismo parecerá, al paso del tiempo, el despropósito de los “sindicalistas” de la CNTE a fin de impugnar un modelo educativo progresista, modernizador, con tácticas demoledoras en lo económico, lo cultural y lo social.
En el pasado, el saldo fue de decenas y decenas de muertos en una sola noche y en un mismo escenario, civiles: obreros y avezados estudiantes.
En la actualidad, son pérdidas económicas, heridos y hasta víctimas mortales en el territorio nacional. 
Media centuria atrás, entre los rasgos diferentes predominó la intolerancia, la mano dura, pero inconmovible; la impiedad desde las alturas del poder.
Durante estos meses de conturbación, de anarquía propiciada con el aval de un sindicalismo beligerante, el acento se ha puesto sobre la convocatoria a la concordia, a la paz social, haciendo recaer todos los costos en la actividad económica, pública y privada, en la seguridad ciudadana, en la preparación de los alumnos en los niveles básicos y de enseñanza media.
Mientras en el mundo civilizado y no civilizado, el terrorismo galopante hace de las suyas, incendiando con armas letales plazas públicas y centros multitudinarios, entre nosotros el terrorismo soterrado se vale de enclaves públicos en donde campea la indefensión, la tolerancia toma el sitio de la mano férreo que proviene de la tiranía y las oligarquías.
Saltan a la vista las identidades, las diferencias y lo similar en estas dos confrontaciones.
A las lecciones del pasado, se suma el empecinamiento como denominador común.
Queda hasta estos momentos la actitud conciliatoria del gobierno actual.
En vez de las bayonetas, se sobrepone la tolerancia como antídoto a la pandemia.
No obstante, es tiempo para que la razón se haga valer en tanto árbitro en el desbocado conflicto.

Es hora para la reflexión, para el diálogo y para las respuestas a preguntas y demandas bien entendidas y mejor consensadas.