Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







lunes, 15 de agosto de 2016

SOBRE LOS LIBROS DE TEXTO EN N.L.: ¿VUELTA A LA EDAD MEDIA?

Resultado de imagen para libro de texto gratuito

Dos miembros del Partido de Acción Nacional (PAN) adscritos al Congreso neolonés formularon la propuesta de mutilar o incinerar libros de texto con motivo de la polémica determinación de la SEP relacionada con la difusión informativa sobre  métodos anticonceptivos.
¿Es tan sólo una de tantas anécdotas desafortunadas como otras que suelen ocurrir? O bien, ¿es un suceso que amerita tomar muy en cuenta en estas horas sombrías de anarquismo y de impunidad?
Lo cierto es que el despropósito de los legisladores locales se inserta en un clima de incertidumbre, de ostensibles retrocesos en la convivencia nacional y de posibles tentativas y aun de amenazas tendentes a dar un giro descomunal hacia el pasado, plagado de resabios de intolerancia y represión, ocultos detrás de la inseguridad y la violencia organizada.
Hace poco más de tres cuartos de siglo, en los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial, se efectuó en Berlín la quema de libros considerados nefastos para la sociedad germana, por los ideólogos del nazismo.
En el siglo XVIII, centuria aclamada por haber sido cuna de la Ilustración europea, el “Diccionario filosófico” de Voltaire fue quemado públicamente y la misma “Enciclopedia” “fue suspendida en varias ocasiones. Diderot, otro destacado representante de la corriente ilustrada, fue encarcelado tras la publicación de uno de sus libros…” (“Voltaire”, Colección Aprender a Pensar, 2015)
Así, lo ocurrido hace unos días en Nuevo León, no debiera sorprendernos.
Más bien habría que estar siempre en alerta por lo que la reacción, en sempiterno acecho, trata y querrá hacer tan pronto se le permita.
Este hecho nos reafirma en la idea de que la historia no tiene un curso predeterminado, de carácter rectilíneo y progresivo, sino que describe un rumbo zigzagueante, con temibles retornos hacia un pasado impredecible.
De citar ejemplos al respecto, el terrorismo actuante tras el mal llamado “Estado” islámico serviría como prueba contundente.  
En la primera Ilustración europea, la Ilustración ateniense encabezada en el siglo V por el liderazgo ciudadano de Pericles, tuvo el dantesco escenario de hogueras en las que se consumaron obras de hombres críticos, talentosos y constructivos como fueron Anaxágoras, Demócrito y Protágoras. Y de tantos más, antes de la hecatombe cultural de Alejandría.
Ciertamente, la buena simiente perdura por encima de avatares circunstanciales y temerarios a través de siglos y siglos.
Así como no han dejado de existir las edades negras, a pesar de su naturaleza virulenta y plena de acciones dramáticas, también los aires de la tolerancia y libertad, de las ideas y de la expresión científica, se han impuesto una y otra vez.
Mutilar, cercenar, impedir la circulación de conocimientos y experiencias, jamás han prosperado como testimonios definitivos. El  movimiento liderado por los Sofistas de hace dos milenios y medio en la Atenas de Pericles, de Fidias, de Heródoto y Tucídides, ha tomado fuerza y renovado vigor desde el inglés Grote hasta este siglo XXI.
Nombres como los de Murray, Romelly, Guthrie, Nestle, Marrou, Solana Dueso, o Kerferd, se vuelven familiares entre estudiosos y lectores en general.
Sofistas como Gorgias y Protágoras son ponderados como los fundadores de la nueva educación dentro de la naciente democracia ateniense.
Solón y Temístocles ya no permanecen abandonados a la soledad de la indiferencia y el olímpico desdén.
La tarea, hoy en día, es vincularlos con los Bacon, los Hobbes y los Hume; hacerlos vivir y revivir al lado de Kant, Cohen, Natorp y Cassirer: de Nietzche y de Popper.

La quema de libros no conduce sino a la denuncia de la nueva Escolástica y de las ideologías absolutistas de izquierda y de derecha.