Prolifera el síndrome de
hastío y agobio en la sociedad. “Dadme un líder”, es el reclamo ante la cadena peripecias sin
fin: un líder capaz de conducir con el aval de las mayorías. Es decir, un
estadista con la capacidad de ir de las palabras a los hechos, evocando al guerrerense
José Francisco Ruiz Massieu, quien hizo la distinción entre liderazgo y
dirigencia al trazar el perfil de Luis Donaldo Colosio, entonces abanderado
presidencial y blanco de la cobarde ambición.
Era el sonorense un líder
dispuesto, preparado y resuelto a cambiar sustancialmente el destino del país
con la voluntad de todos los mexicanos, por medio de reformas políticas,
financieras y laborales. Era el líder que encarnaba, en la imagen y la
presencia, la esperanza y el optimismo en los años y días del México
finisecular.
En el mes de marzo, a finales
de aquel fatídico 1994, Colosio había sido herido de muerte en Tijuana. Y en
septiembre, hará pronto dos décadas, José Francisco sería víctima en el corazón
urbano del Distrito Federal de la crueldad acumulada en la mente y el corazón
de los enfermos de pode ry de sus asociados para llevar a cabo el proditorio
crimen.
El primero, Luis Donaldo,
contaba con la adhesión, los sufragios ganados por la vía de la persuasión y el
convencimiento popular, y con la adhesión adelantada de la mayoría de los electores.
El segundo, Ruiz Massieu, era ya la figura que emergía desde las filas de su
Partido, el PRI, para dar continuidad al sueño político que el sonorense,
haciendo eco de la proclama de Luther King, compartía con los mexicanos
víctimas de la simulación y el engaño por parte de quienes, con piel de
administradores,simuladores a fin de tutelar los bienes de la Nación, habían
sumido al país en la más abyecta de las pobrezas: la del espíritu y la
material.
El ex mandatario de Guerrero
había hecho obra reformista, mostrando y demostrando que la democracia es un
asunto de compromiso, de lucha abierta y frontal, de bregar cuesta arriba, sin
inhibiciones por el qué dirán. Promovió leyes, iniciativas y actuó con mano
firme y eficaz, yendo de las propuestas de campaña al terreno de la experiencia
política; de la palabra a las realizaciones, del compromiso verbal a las
acciones públicas.Líder en su Entidad, émulo del conductor social que no teme
la confrontación de ideas y proyectos, que da al poder impulso, vigor a toda
prueba e inspiración para solventar las dificultades, José Francisco se
preparaba para ser el coprotagonista en el sueño de su correligionario a fin
de hacer del lema de la modernización de
México una bandera en alto, símbolo de la reconquista de los ideales que
habrían de transformar a México en la antesala del siglo XXI.
Un seguidor suyo, discípulo leal en la amistad y
en el quehacer político, Israel Soberanis, al día
diligente funcionario en FONATUR, lo evocaba en los días febriles y acuciantes
de su administración en Chilpancingo como el incansable promotor de ideas,
proyectos y propuestas, guiando su vehículo y dictando en la grabadora el
borrador de su inmediata intervención. O bien, preparando materiales, decía,
para su conferencia o comentario editorial, dado que para el funcionario
público, el otrora catedrático y autor de libros, el apremio del tiempo y la
carga de tareas no era nunca óbice para el ocio mal habido o la distracción
efímera.
Los tiempos que corren dan
pie para hacer lugar al crecimiento de líderes con similar disposición y arrojo
para dar un giro, golpe de timón o vigorosa sacudida en todo el organismo social
del que formamos parte. Un líder a semejanza del reclamo popular, habida cuenta
que se agotó ya el tiempo de los malos administradores, saqueadores de los
bienes y las esperanzas de la Nación.