Por Federico Osorio Altúzar
Los
tiempos que corren son de inestabilidad física y mental. No es sólo la ansiedad
el único síntoma que aqueja a la sociedad. Sobre los individuos y las familias se ciernen males que amenazan
con minar los átomos del cuerpo y los del espíritu, con furia tal que
predominan los pronósticos sombríos y pesimistas. A la tristeza y el
sufrimiento se añaden calamidades como la aflicción y la frustración a causa de
la inseguridad, haciéndonos recordar a estudiosos, psicoanalistas y psicólogos
de fama universal, entre otros a K. Frank, E. Fromm y K. Horney, que se
refieren a la sociedad como paciente requerida ésta de atención oportuna y
eficaz, tomando en cuenta a los individuos como prioridad.
Tecnólogos
en el sentido de expertos y profesionales de la salud encaran, día a día, el
ejercicio de su actividad con recursos y métodos, producto de la experiencia
clínica y de la observación en gabinete.
La
técnica de la Gestalt, cuya presencia data de hace poco más de medio siglo,
adquiere prestigio y actualidad ante la crecida
demanda de cuidado profesional por motivos de pérdida de equilibrio psíquico
caracterizada por la crisis social de nuestros días, principalmente por el
embate de la criminalidad y la consiguiente desorganización de las
instituciones públicas, lo cual origina indefensión y desamparo, frustración y
ansiedad.
Nacida
hace un siglo en tiempos, asimismo complejos, en el entorno de la preguerra en
donde tenía lugar la expresión de un pesimismo desgarrador que produjo tres
décadas después filosofías de la existencia (Jaspers y Sartre, precedidos por
Nietzsche y Kierkegaard)), la psicología de la Gestalt tiende responde a
urgencias apremiantes: lograr la restitución de la concordia consigo mismo,
alentar la identificación individual con arreglo a principios ético-sociales;
la procuración de felicidad entendida como búsqueda permanente y el
establecimiento de fines y medios con el propósito de vivir y convivir en paz,
serenidad y tranquilidad de espíritu. Todo ello acotado por el “aquí y ahora”.
En
reciente ceremonia académica efectuada en la sede de la Universidad Gestalt, el
mensaje de la egresada de maestría en dicha especialidad, María Ivett Clark
Perla, ex alumna del Instituto Tecnológico de Sonora (ITSON), evocó en su
discurso la introducción de la psicología de la Gestalt en México, por
mediación de la doctora Evelyn Lowenstern, Vicerrectora Académica, y con apoyo
del rector Héctor Salama, en el citado centro de educación superior. Encomió la
psicóloga Clark Perla las técnicas terapéuticas que ahí le fueron impartidas;
subrayó, además, el papel profesional que tiene el psicólogo especialista en el
ámbito social, cuya responsabilidad, talento y dedicación se mide a través de
resultados positivos a fin de mitigar y erradicar dolores, aflicciones y
sufrimientos que, como los del cuerpo, minan la armonía y el entendimiento
consigo mismo. En este sentido, la psicología de la Gestalt ocupa un sitio de
vanguardia en el escenario actual.
En
los tiempos perturbadores que corren, la
retórica encubridora y falaz es fuente de malestar y confusión;
contribuye a contaminar los átomos somáticos lo mismo que los átomos del alma.
Así, frente a la propaganda masiva de mentiras demagógicas, publicidad sobre
curaciones milagrosas y venta de paraísos perdidos o rescatados, son
bienvenidas las técnicas terapéuticas calificadas, aplicadas con oportunidad y
certeza; rigor científico, valor y eficacia comprobados por la estadística
psicológica y de medicina social.
La
sociedad como paciente está urgida de la intervención técnica y profesional,
útil para eliminar prejuicios, conjeturas mágicas y presunciones proféticas o
adivinatorias que sólo sirven a objetivos de predominio, opresión y esclavitud
ideológica organizada.