Por Federico Osorio Altúzar
El triunfo de la República encabezado por el presidente Juárez, en 1867, es la victoria de los ideales de libertad educativa, política y religiosa. Representa, por otra parte, la derrota de la sociedad cerrada marcada por la fe en el dogma y la creencia. Así, toca a su fin la edad oscurantista y el desdén hacia las ciencias naturales y matemáticas, las ciencias sociales de base jurídica y el desprecio por el arte entendido como expresión de todo lo humano.
El 2 de diciembre de ese año (1867), el Benemérito expidió la Ley Orgánica del Distrito Federal, con arreglo a la cual se produjo la primera revolución educativa en el país. Entre sus innovaciones, escribe Ernesto Lemoine, la más trascendental fue la creación, sustentada en la doctrina positivista, de la Escuela Nacional Preparatoria.
Con ese motivo, la Preparatoria enaltece aquella fecha histórica, rumbo al Sesquicentenario de su fundación, no tan lejana como parece, a la distancia de siete años; festeja 147 años de servir educativamente a México forjando decenas de miles de jóvenes con vocación nacionalista y visión ecuménica; recuerda en estos días que el 9 de diciembre próximo se cumplirán tres décadas del traslado de San Ildefonso a su actual sede de Adolfo Prieto. Y en breve, el 3 de febrero entrante, celebrará un aniversario más de la apertura de cursos con una asistencia, entonces, de novecientos alumnos (Lemoine, “Efemérides”, 1978)
La Preparatoria dio, en 1910, hálito de vida a la naciente Universidad Nacional y ésta la convirtió, a su vez, en fuente de inagotables recursos humanos, los que requiere para cumplir sus funciones sustantivas y avanzar culturalmente en la modernidad. Protagonizó, al final de la década de los años veinte, la batalla por la autonomía convertida en garantía constitucional en los ochenta. Participó en los aciagos años de 1968 y 1971 frente a la agresión brutal a las libertades académicas mancilladas, y luchó por la no injerencia del anarquismo empobrecedor en el “campus” de la Universidad.
Harían bien, desde ahora, sus máximas autoridades académicas y administrativas, el claustro de sus profesores de carrera, sus ex directivos, investigadores y coordinadores, en recrear su pasado, haciendo de su historia un legado redivivo, siempre actual; viviente en una palabra. Los tiempos que corren son propicios para llevar a cabo una profunda introspección, un autoanálisis crítico que ponga en claro, con propósito esclarecedor y por lo mismo objetivo, la continuidad de sus planes y programas de estudio, a fin de ponderar el progreso institucional en la reubicación de sus instalaciones como también en sus acervos bibliográficos, la programación y edición de libros de texto y de consulta.
En suma, es aconsejable llevar a cabo una revaloración a fondo, comenzando por investigar y publicar una colección de biografías preparatorianas con sus filósofos, pedagogos, historiadores, jurisconsultos y sociólogos. Pues, ¿quién recuerda, por cierto, a Porfirio Parra, chihuahuense notable como los rectores universitarios Manuel Gómez Morín y Salvador Zubirán, ambos asimismo de Chihuahua. El doctor Parra fue el segundo director de la Preparatoria. Médico y humanista muy distinguido, filósofo al igual que su ilustre antecesor.
Se echa de menos un capítulo expositivo en donde se explique cómo y por qué el positivismo filosófico fue cancelado como método pedagógico y sustituido en sus principios teóricos por modas románticas (fenomenología, existencialismo y neo escolástica). ¿Cuáles fueron las consecuencias desde el punto de la enseñanza, la formación humanística y científica? ¿En qué ganó o qué perdió, desde el punto de vista del progreso educativo, formativo e informativo, la enseñanza propedéutica de la Preparatoria?