Bienvenido lector:

Federico Osorio Altúzar ha sido profesor de Filosofía en la UNAM y en la ENP (1964-1996) y Editor de la Gaceta de la ENP desde 2004.
Durante 15 años fue editorialista y articulista en el periódico NOVEDADES.
Es maestro en Filosofía. Tiene cursos de Inglés, Francés, Griego y Alemán.
Ha publicado en Novedades, el Heraldo de Chihuahua, El Sol de Cuervanaca, el Sol de Cuautla, Tribuna de Tlalpan, Tribuna del Yaqui, Despertar de Oaxaca y actualmente colabora en la versión en Línea de la Organización Editorial Mexicana (OEM).







miércoles, 29 de julio de 2015

MONTAÑAS ARRIBA: CASI EL PARAÍSO



Volver a este espacio editorial es como regresar a casa. Tras un mes de ausencia y un motivador descanso veraniego, la primera impresión ante el teclado es de una extraña sensación de semi olvido a lo más elemental: desde prender la máquina, ubicar el nombre del tema en el archivo correspondiente hasta gozar el maravilloso proceso de ir al encuentro de las ideas a fin de transcribirlas por medio de caracteres electrónicos. Enseguida, la sensación de familiaridad y reconocimiento vinculada al siempre fascinante mundo de la página impresa.
Entonces se revive el periplo. El ir de Ciudad Obregón hasta las alturas de la sierra sonorense y llegar a los rincones de las cordilleras de Chihuahua es renovada experiencia de seis décadas de un ir y venir infatigable por caminos  jamás olvidados: pasar por Esperanza, Hornos, Tesopaco, Curea y alcanzar el Puerto de la Cruz en donde se encuentra un cruce de caminos. Así, dependiendo de la elección, se continúa a Yécora, el ancestral poblado afamado por las carreras de caballo. O bien, se toma el rumbo hacia El Campanero hasta internarse en el Edén que abre sus puertas generosas al forastero por parte de sus poseedores, las del centenario Bermúdez cuyas familias descienden de un antiguo abolengo: el de los Clark y Demoss, García y Moore; Ramos, Valenzuela y Fraijo; Holguín y Coronado.
Tierra de pinos, de madroños, robles y encinos, bordeada por arroyos, presas y represos, con maizales y sembradíos de pepino y de frijol. Hay un viejo aserradero en espera ansiosa de actividad. La agricultura se asiste con arados egipcios y la ganadería registra modesto desarrollo. Flores y jardines domésticos pululan a más no pedir, ¡Y qué decir del clima primaveral más que veraniego, con noches de ensueño y días de placenteras lluvias.
En aquella soledad bien puede solazarse, más allá de los sobresaltos de la vida urbana, en las páginas de un Hus con su obra “los Etruscos”; con la lectura de “La Ciudad Antigua” de Coulanges; asimismo, con los diálogos de Platón, los fragmentos alucinadores de los Sofistas y aun con la “Antropología en sentido Pragmático” de Kant.
En el atardecer hay ocasión para charlar, sin la premura citadina, sobre temas familiares y acerca de las peripecias del campo. No falta la oportunidad para el comentario sobre avatares de la vida actual que erosionan el sosiego, la paz ancestral y el cuidado de la familia. Con todo lo que esto implica.
Como en el legendario, bíblico Edén, existen barruntos de justificada inquietud. La vida moderna, las técnicas agropecuarias y sus beneficios constatables ejercen su positiva influencia. Se abaten plagas y prosperan las cosechas. Sagarpa y Semarnat asoman tímidamente sus rostros. PESA, el programa de la UNESCO sobre asuntos alimentarios, hace acto de presencia por medio de apoyos que van directamente a mejorar las condiciones productivas. Anuncia proyectos que, de llevarse a cabo, potenciarían el bienestar local y regional.
Pero la amenaza de la inseguridad se cierne aquí y allá en los rincones del Paraíso el cual gana a todos desde el ingreso a sus dominios. El “rentismo” de tierras por sembradores de estupefacientes acosa, como a los indígenas en el Valle, a sus pacíficos y honestos propietarios. Crece, por tanto, día a día la criminalidad, sin que las autoridades competentes cumplan con sus deberes.
La incomunicación hace su parte. Los enlaces telefónicos son inexistentes. El internet no se ha inventado aún. La electricidad es don divino.
Y qué decir de los caminos. Qué decir del tramo que va de Curea, San Nicolás, hasta llegar al Puerto de la Cruz. Todo habla de complicidad y contubernio. Sobre todo por los descuidos de Sonora. El municipio de Moris, Chihuahua, hace lo que tiene a su alcance. ¿Y qué habría de esperarse?