Da inicio un capítulo nuevo en
la historia de la educación en México. Tras el fragoroso comienzo toma vuelo la
reforma desde sus bases y permea el edificio de la enseñanza desde la escuela
elemental hasta la cúspide de la pirámide en los centros de formación profesional,
pasando por los grados intermedios, técnicos y propedéuticos.
Hace cien años, la
militarización decretada por el dictador Huerta tendía un oscuro velo de
incertidumbre en centros escolares y de estudios y avanzados en todo lo ancho y extenso de la geografía nacional. La
recién fundada Universidad Nacional era blanco de francotiradores y de grupos
de oposición: reaccionarios y progresistas.
1913 fue un año aciago en la
crónica de agresiones, la principal dirigida por el dictador en contra de la aún
adolescente Escuela Nacional Preparatoria fundada por el doctor Barreda. Desde el solio del poder, se
pretendía convertirla en cuartel, centro de entrenamiento militar y espacio
para el ejercicio de las armas en vez de ser espacio para la discusión y
propagación de ideas y saberes científicos y
humanísticos.
Soldados serían los
“alonsiacos” inscritos en lo que fuera Colegio de San Ildefonso; coroneles y
sargentos habilitados los maestros de la institución barrediana; presuntos
militantes los directivos y administradores al servicio del ejército
suplantador. El lema “Amor, Orden y Progreso” acuñado por el discípulo de
Comte, se convertía en la consigna dela dictadura: protestad lo que queráis,
pero ante todo ¡obedeced!
A un siglo de lejanía, la Universidad
inaugura cursos lectivos en su campus académico bajo el régimen de la autonomía, refrendando en la docencia, la
investigación y la extensión cultural el lema positivista de “Amor, Orden y
Progreso”, entendido como proclama de nación libre frente a cualquier tutela:
religiosa, política e ideológica.
El rector José Narro Robles
enaltece la función social de la Universidad al dar como noticia principal la
apertura de dos mil quinientos lugares más en las facultades de Estudios
Superiores (FES), logro inusitado en la historia reciente de la UNAM.
Por parte de la Escuela
Nacional Preparatoria, Silvia E. Jurado Cuéllar, su directora general, enuncia
el tradicional mensaje de bienvenida en cada uno de los planteles de la
ancestral escuela, invocando la divisa pedagógica acuñada por el doctor
Barreda: “Amor, Orden y Progreso”. Lo primero, entendido como “Eros” hacia el
conocimiento, tendencia al cultivo de
las ciencias naturales y sociales, así como inclinación hacia la comprensión y
ejercicio de la expresión artística.
“Orden” entendido como
conducta o práctica del régimen de derechos y obligaciones, con arreglo al cual
las libertades se originan en y por la responsabilidad de todas y cada uno de
los sujetos de la acción moral; es decir, de la persona humana. Y finalmente,
“Progreso”en todos los órdenes de la cultura a través del diálogo y la
discusión, de la libre investigación y
autonomía; en suma individualización del método crítico por medio de
la enseñanza-aprendizaje.
La Universidad del siglo XXI
reasume su legado histórico. Informa y forma de acuerdo con el principio según
el cual “conocer es crear y no reproducir”. Así, y sólo así ha sido, es y
seguirá siendo autónoma y soberana en los planos de la enseñanza media y
superior, en la investigación básica y aplicada, y en la difusión de la cultura
más allá de sus inmuebles académicos.
Es madre y maestra (Mater et
Magistra) en toda la extensión de la palabra. Enseña creativamente y preserva
en su seno a los mejores. Y los mejores son por su saber, por su disposición al
conocimiento innovador y por su voluntad sin límites para compartir la cultura
superior con los demás.