Prueba en
contrario, a partir de mañana, el conflicto en torno al acueducto mal
denominado “Independencia”, se enfilará a una resolución final, cumpliéndose al efecto la regla según la cual “todo lo que principia, tiene
necesariamente un fin”. La Suprema Corte enunciará entonces su última palabra
tocante al dilema que divide a los sonorenses en dos regiones opuestas entre sí
a causa del suministro, uso y usufructo del agua.
En el crisol
pasará a prueba la propuesta de Rogelio Díaz Brown, el munícipe laureado de
Cajeme, relativa a la planta desaladora como la mejor opción frente a la obtusa
decisión del anarquismo y la impunidad. Los
ojos del país estarán fijos en la entidad norteña y en la cuestionada Tribu Yaqui cuyos integrantes
recobrarán su prestancia, su tradicional entereza y plena identidad.
Refrendarán, así, la honra y dignidad que conservan en la historia
revolucionaria del México moderno.
El día de
mañana, 7 del mes, resplandecerá el sol de la justicia jurídica, aquella que da
a cada quien lo suyo según lo que dicta la Ley. Mañana alumbrará con particular
intensidad el Estado de Derecho el cual no hace distingos, no debe hacerlo, ni
tiene porqué incurrir en parcialidad o preferencias, siempre y cuando se viva y
conviva bajo la tutela de un Estado democrático de Derecho.
La última
palabra pronunciada por la SCJN corroborará, prueba en contrario, si México es
una patria de leyes, una nación en la que prepondera la constitucionalidad y la
legalidad. O bien, ¿por qué no poner en duda la hipótesis en el sentido de que
si bien el sol del Derecho sale para todos hay la posibilidad de que sus rayos
pudiesen proteger al poderoso, favorecer a grupos ostentosos de poder económico
y a oligarquías amparadas bajo la sombra de instancias ilegítimas y por lo
tanto arbitrarias?
Por lo
tanto, mañana será un día crucial en la historia no sólo de Sonora sino del
país en general. Habrán de ponerse las bases normativas para resolver el
conflicto del agua planteado sobre la arena movediza de la ideología y de intereses agazapados y tácticas oprobiosas. Se dirimirá, por tanto,
si continuará haciendo de las suyas el imperio de la anarquía oficial, el
predominio de la voluntad subjetiva y el reinado del temperamento. O bien, si
habrá de convalidarse el Estado de Derecho sin posibilidad de que el sol de la
justicia jurídica prosiga suplantado por el ”rey sol” usurpador de la ley
suprema y sus reglamentos.
En vísperas
de la crucial resolución, los sonorenses en particular y los mexicanos en general asistiremos a una demostración
ejemplar: la “aplicación” o individualización del Estado de Derecho en una
controversia de la cual depende la continuidad o discontinuidad del Estado
democrático de Derecho; es decir, la legalidad y la constitucionalidad en toda
controversia o a la instauración del
voluntarismo personal envuelto en la piel de oveja del Estado a u t o c r á t i
c o de Derecho.
En otros
términos, por lo que puede verse, nos encontramos ante una de las más grandes y
graves resoluciones por parte del supremo tribunal de justicia: la referente al
triunfo de la democracia jurídica y política o la que haría posible la victoria
del autoritarismo y la autocracia.
Por lo
demás, la Suprema Corte de Justicia de la Nación afrontará el autoexamen y
evaluación de si misma como órgano supremo para dirimir con objetividad, rigor, y ejemplar imparcialidad cualquier
dilema, conflicto o controversia,
garantizando en este caso el Estado democrático de Derecho, vigente, cuya
eficacia y validez está bajo su vigilante tutela.
Y
en este sentido refrendará sus atribuciones y el papel histórico que le
corresponde como piedra de toque en el planteamiento y resolución de futuros
conflictos y similares dilemas.