Incómoda,
cuesta arriba y escabrosa, por decir lo menos ha sido y sigue siendo la
vecindad con los Estados Unidos. Tenía razón el poeta cuando aludía a la
cercanía de México con la vecina Nación. Y agregaba: pero tan lejos de Dios.
Al
cabo de un año de presencia en la Casa Blanca, Donald Trump confirma aquel
aserto.
Estados Unidos es,
actualmente, el imperio número 1 sobre
las faz de la Tierra.
Y
vivir, sobreviviendo, a la vera del poderoso Imperio no ha sido nada fácil para
nosotros, que nos consideramos una comunidad con historia y con tradiciones de
respeto a la dignidad humana y a los principios, entendidos como fines últimos,
de acato, predominantemente, a la tolerancia, a la igualdad y a la convivencia
en paz y armonía.
2017
y lo que va del 2018 han sido de verdadera pesadilla no sólo para los
“dreamers”, sino para todos nuestros connacionales que laboran y viven en aquel
país.
Ser
tratados como indeseables es lo que reciben como respuesta allá nuestros
paisanos que, por necesidad o por aspirar “al sueño americano”,
toman el suelo
ajeno como si fuese propio.
Buen
número hacen aquellos que han ido al frente de batalla y han sufrido en carne
propia los efectos mortales de las contiendas.
No
obstante, el Mandatario sucesor del Presidente Obama ha llamado a México el
origen y causa de la drogadicción, del flagelo del narcotráfico y por tanto del
crimen organizado.
Los denuestos han
estado a la orden del día en estos difíciles 12 meses de la convivencia.
Todo
lo contrario a las óptimas relaciones entre las presidencias de Benito Juárez y Abraham Lincoln, hace más de
siglo y medio, las presentes dejan mucho que desear.
Hoy
en día se nos compara a los vecinos cuya peligrosidad rebasa lo inimaginable:
según los calificativos del Presidente Trump, el armamentismo doméstico y la
criminalidad que va de su mano, van desde México; el consumo de estupefacientes
sería motivado por la oferta apetecible que va de aquí hacia allá; la migración
hacia el interior del Imperio sobrepasa lo tolerable.
En
fin, la vecindad entre nuestro país y el suyo, es penosa y hasta afrentosa.
Desde
nuestro punto de vista, con el actual Mandatario, la negociación ha sido
sustituida por la amenaza; la convivencia jurídica por el acoso y el libre
mercado por la mano férrea del totalitarismo.
Las
bases del Imperio están siendo socavadas. Y si hay de imperios a imperios, el
que priva ahora en la frontera norte se enfila hacia la franca dictadura, a los
dogmas de la autocracia más feroz que se haya encumbrado al poder en aquel
vasto territorio.
El
francés Montaigne tenía razón al admitir
en sus “Ensayos” que “la mayor parte de los disturbios en el mundo son cuestión
de gramática”.
De
lenguaje o de expresiones ofensivas y denigrantes, diríamos.